Para algunos la inspiración puede ser solo una palabra, para otros es una forma de vida llena de emociones de todo tipo; desde la alegría más surrealista a la frustración inolvidable del Guernica de Picasso.
Llegado el momento, todo profesional creativo, se verá abocado a crear. Su surgimiento es como el de un diente de león o cualquier otra planta o animal vivo. Crece durante un tiempo y, cuando está maduro, suelta sus semillas en modo de bastoncillos voladores que polinizan todo el entorno.
Con la creatividad, producto de la inspiración, pasa lo mismo. Surge en el momento menos esperado. Muchas ideas parten sin rumbo y únicamente algunas consiguen convertirse en verdaderas obras de arte.
Aun así, la inspiración necesita un proceso muy complejo para llegar a producir buenas ideas y saber materializarlas. Puede que, mentalmente, el diseñador gráfico, escritor o guionista de cine tenga la idea completamente formada. Pero, ¿cómo materializarla sin perder esa esencia tan característica que la hace destacar en la mente?
Solo sé que no me pertenece nada
Si algo es significativo de la inspiración es que suele nacer de la combinación de diferentes ideas ya existentes. No es habitual que una idea sea totalmente nueva. Al igual que con el título de la sección “Solo sé que no me pertenece nada…”, producto de una frase de Sócrates. La autoría no llega a pertenecer completamente a nadie. De ahí nace la cuestión de qué es y qué no es original.
Nada es 100% original. Todo emana de un resultado anterior y así una y otra vez. Lo que sirve hoy para inspirar a alguien, mañana será el antecesor de otra inspiración. Muchos profesionales pueden encontrar inspiración en diferentes recursos ya existentes, pero eso no querrá decir que los estén copiando.
Si pudiéramos crear cosas completamente originales a diario, el mundo sería un completo caos. Pero, por suerte o desgracia, el patrón se repite indistintamente hasta el fin de los días. Al igual que el ADN, al transmitirse de una idea a otra, solo se modifica lo esencial para crear un nuevo organismo.
Al crear, ¿qué sentimientos queremos transmitir al consumidor?
Cada especialista tiene un objetivo al producir; Algunos buscan producir lo nunca visto, algo que parezca inalcanzable por sus iguales. Otros son más modestos y producen para conseguir únicamente una buena repercusión. Todos buscarán generar en el espectador emociones. Pero, ¿cómo hacerlo?
No existe una respuesta que permita describir el proceso correcto. Cada disciplina y cada autor tendrá que saber cómo innovar en su ámbito de conocimiento. Por ejemplo, en el caso del diseño audiovisual, en los últimos años se han incorporado nuevos métodos de visualizar las películas en 3D. Es el autor quien decide cómo aprovechar este recurso expresivo.
El diseño gráfico, por su parte, se va adaptando a los tiempos actuales y busca generar, por ejemplo, identidades mucho más minimalistas que permitan su reproducción en entornos digitales. La mayoría de las empresas de automoción, tales como Peugeot, Nissan o Toyota, son un buen ejemplo de ello. En el último año, todas ellas han buscado renovar su identidad de marca con logotipos mucho más sintéticos que los anteriores.
Estas innovaciones han conseguido lograr lo que todo profesional espera, generar algún tipo de sentimiento real en el consumidor. En lo que respecta a la originalidad, es muy probable que nadie llegue a crear un producto puramente original. Esa es una característica que solo pertenece al lado más personal e íntimo del artista. Experiencias, recuerdos y sentimientos personales que han sido de ayuda para propiciar la aparición de algo nuevo. Si te das cuenta ni así se generan las ideas espontáneamente.
En mayor o menor medida, las creaciones siempre serán originales
Aún usando un gran número de recursos de diferentes fuentes, la originalidad de la obra final será clara. Al fin y al cabo, ha sido diseñada completamente por una persona distinta a las que crearon los elementos anteriores. Es la esencia humana la que caracteriza la autoría de una producción. Pensar, componer y desarrollar una nueva pieza creativa significa hacer algo diferente a lo que ya existía, aunque en el proceso se apliquen mismos métodos o estilos.
Por ejemplo, en el diseño digital e interactivo es común que en muchos proyectos web se partan de unos mismos elementos funcionales ya generados para desarrollar los productos. Esto quiere decir, que muchos expertos pueden partir de la misma base, pero obtener resultados magníficos y únicos. Si bien, a veces puede darse el caso que sean necesarios generar funcionalidad nueva, solo es necesario identificar dónde está el problema y variar o generar los elementos que no encajan.
Ante todo, la producción final únicamente debe contemplar lo más personal de cada marca y desechar lo característico de las anteriores. De otra forma, la fina línea que separa la originalidad de la réplica estaría en riesgo de ser cruzada. Sin ir más lejos, se tiene que crear pensando en evocar sentimientos en los consumidores y no, precisamente, en conseguir una pieza 100% original.
Transmitir la esencia creativa a la realidad.
Dicho todo esto, queda claro que la única forma de conseguir resultados originales es ser uno mismo. El factor humano es el que hace de una idea algo original y único. Lo único que falta ahora es que la idea se materialice correctamente desde la mente al proyecto. Ya sea desde el diseño gráfico, la fotografía o cualquier otra disciplina, los elementos para hacer algo único están en ti.
No temas a comenzar a desarrollar aquello que tan bien formulado tienes en el cerebro, si es bueno, saldrá adelante. El último paso estará en manos de los consumidores que tendrán que verse cautivados por la esencia de tu creación, o no.